Nuestro bebé empezará a conquistar el mundo primero gateando, luego dará sus primeros pasos inseguros y finalmente alcanzará su objetivo andando firmemente. Claro, que para que nuestro niño se convierta en un gran descubridor necesita sentirse un bebé seguro y esa seguridad se la darán los adultos que tenga a su lado cubriendo sus necesidades básicas.
La actitud y la mirada de las personas adultas con la que se relacione durante estos primeros años determinará la forma en que en el futuro se situará en su entorno y la manera que tendrá de afrontar sus retos. Cualquier cosa que pase a su alrededor sirve de modelo a los pequeños aprendices.
Hoy en día son varios los agentes que colaboran en el proceso educativo. La escuela, la familia y el entorno tienen que tener una implicación conjunta a la hora de interactuar con los niños y todos deben cubrir las siguientes necesidades básicas de los pequeños para que se sientan seguros y se atrevan a descubrir el mundo.
En estas edades los pequeños necesitan más que nunca la proximidad del adulto y sentirse queridos, confiados y seguros. El vínculo que establezca con las personas más cercanas será el que propicie esta seguridad. Esta atención personalizada les permitirá afrontar los retos derivados de su desarrollo y aprendizaje con una progresiva autonomía y confianza.
Las atenciones cotidianas que se dedican a los niños y niñas deben procurarles bienestar y confortabilidad y responder a sus necesidades alimenticias, de relación, de descanso y de higiene.
Durante los tres primeros años de su vida, los niños y niñas experimentan grandes cambios en su cuerpo. Necesitan jugar al aire libre, moverse en libertad y descansar, estar cómodos, actuar sobre los objetos y demás elementos de su entorno, etc...
Interactuando con los demás niños y niñas, con las personas adultas de su entorno próximo, con todos aquellos componentes de los ambientes familiares y escolares, los infantes inician su inserción social, al tiempo que construyen su imagen y su identidad personal y establecen sus primeros y decisivos vínculos afectivos.
En estas edades, a excepción de cuando duermen, los pequeños dedican todo su tiempo a jugar, a experimentar y a vivir variadas situaciones de aprendizaje. Siempre que nazca de su propia iniciativa, como educadores tenemos que ayudar a nuestro bebé a desarrollar el gusto por la actividad autónoma.
En las Escuelas Infantiles de Kamira concebimos el papel del educador o la educadora como el de acompañante de los niños en su propio proceso de autoconocimiento y autorregulación, acompañante del conocimiento del entorno y mundo que le rodea- físico, emocional, relacional-. Es el educador o educadora quien prepara el entorno destinado a la actividad autónoma para el correcto desarrollo de los niños y niñas.
Los bebés de 0 a 3 años son protagonistas de su propio proceso de desarrollo motor intelectual. Toda actividad nace desde su interés, desde la espontaneidad, para ello ponen en acción la curiosidad e inquietud que tienen por descubrir el mundo, a sí mismo y a los otros, y todo desde sus vivencias en el presente, en el aquí y en el ahora, tal como definen la existencia de un niño a estas edades.
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